En «La Última Cena» se encuentran los aspectos fundamentales de la obra de Leonardo: la sensibilidad del artista y el rigor del sabio, la fuerza de los sentimientos y el orden de la razón. El observador participa en la escena como si fuera un convidado que acaba de levantarse de una mesa y escucha, estupefacto, las palabras de Cristo: «Uno de vosotros me traicionará».

 

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¿Cómo consigue Leonardo hacernos entrar en «La Última Cena»? Simplemente haciendo coincidir el punto de fuga con el ojo del observador, creando de esta manera la ilusión de una continuidad entre el espacio real y el espacio imaginario.

En otras palabras, la perspectiva real de la sala continua en la perspectiva de la escena pintada sobre la pared del fondo. El espectador entra de lleno en la ficción del cuadro y participa en la intensidad dramática del instante.

Leonardo rompe la rigidez de la disposición de otros cuadros toscanos del siglo XV que representan la última cena, eligiendo el instante más dramático, en el que se anuncia la futura traición y representando a sus personajes con gestos desordenados y expresiones de angustia.

La composición de la última cena se halla en el interior de dos cuadrados que componen el rectángulo de la pared: sitúa a los doce apóstoles en sus diagonales en cuatro grupos de tres, dos grupos a la derecha y dos grupos a la izquierda de la figura central.

En el primer grupo, a la izquierda, Bartolomé, Santiago el Menor y Andrés, que hablan entre ellos; en el segundo, Pedro se inclina hacia Cristo, detrás de la figura de Judas que se retrasa aferrado a la bolsa de las monedas, mientras que Juan se interroga, desesperado; en el tercer grupo, a la derecha, Tomás levanta el dedo, al lado de Santiago el Mayor y de Felipe; en el cuarto, finalmente; Mateo y Simón se dirigen gesticulando con las manos a Tadeo, que está en un extremo de la mesa.

La unidad de cada grupo que compone «La Última Cena», no impide la expresión de la personalidad de cada uno de los personajes que se lee en sus rostros, en los gestos y en el movimiento de las manos.

El estudio atento de las manos y de los gestos y la composición de los movimientos constituyen uno de los aspectos más extraordinarios en «La Última Cena». Leonardo, siempre muy cuidadoso, aquí lo es de una manera particular, que se refleja hasta en la naturaleza muerta situada en la mesa, de una belleza extraordinaria en su extrema sencillez.

 

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